Atravesamos una pequeña puerta de metal en el piso 15, el sol apabullante nos saludaba sobre la terraza y en una esquina una pequeña familia cocinaba mientras una niña volaba y le cantaba a su bicicleta.
El sol paciente tocaba su espalda mientras ella miraba el horizonte, deambulaba entre sus pensamientos y me miraba de vez en cuando; yo, me encontraba un par de metros a su izquierda, quise acercarme pero detuve para observar como el aire arrastraba el pelo hacia su cara. El silencio cómplice de las sonrisas hacía que me acercará mas, toque su espalda y mi mano se deslizó hasta su dorso.
Luego, el sol se ocultó.
LEM
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